En la imagen Dyon Baco, Charo Ricart y Carmen Luján -de izda. a dcha.- reunidos en la Residencia Pepe Alba, Valencia.
Lidia Pérez | @journalpg
Hace poco más de un año que Carmen descubrió el sexo por primera vez. Por primera vez a los 50 años. Antes de aquel encuentro no hubo nada. Ni una caricia, un abrazo, un beso. Nada en medio siglo. Al recordarlo, una sonrisa se adueña de todo su rostro. Sus ojos brillan y sus manos se agitan en una mezcla de emoción, felicidad y alegría.
-Quería acercarme y descubrir la sexualidad. Deseaba sentirme como cualquier otra mujer. Fue maravilloso- sentencia Carmen.
Pero Carmen no descubrió la sexualidad a iniciativa propia. De hecho, hasta hace poco más de un año, asegura que esta faceta ni siquiera era una posibilidad a tener en cuenta, que estaba descartada. Descartada en una sociedad indiferente a la dimensión sexual de una persona con parálisis cerebral, postrada en una silla de ruedas. Jamás le habían hablado sobre sexo ni había tratado el tema con nadie.
Fue la médica y sexóloga, Charo Ricart, quien le proporcionó a Carmen la llave para conocer la sexualidad. A finales del pasado verano, cuando Ricart preparaba el trabajo final para el máster en sexología, se dirigió a la única residencia existente en Valencia para personas con diversidad funcional, la Residencia Pepe Alba, donde encontró a Carmen.
En realidad, ella no era una de las candidatas iniciales, fue a raíz de una segunda ronda de entrevistas personales cuando Charo conoció las carencias de Carmen y se planteó ponerla en contacto con Dyon, un joven griego que ejerce como acompañante sexual desde hace ya algunos años. Un año después de la experiencia, Carmen describe en mayúsculas lo que ha supuesto para ella explorar su sexualidad: “sentirse mujer”. “Soy más positiva y tengo más seguridad y confianza en mí misma”, asegura.
En su primera visita a la residencia, Charo pasó unos test a todo aquel que quería participar en su estudio. Carmen no estaba entre las candidatas. Semanas más tarde, regresó con unos nuevos cuestionarios personales que le permitirían conocer más de cerca cada caso. Cambiado totalmente el enfoque del trabajo, la sexualidad en personas con un alto nivel de discapacidad, Charo se puso manos a la obra y conoció a Carmen, Carmen Luján.
Tras una primera entrevista con Carmen, Charo cuenta que se marchó preocupada. La sexóloga detectó carencias importantes en el ánimo y la autoestima de Carmen. Unas carencias acentuadas por la falta de sexo. Charo comprendió que los conceptos sexo y discapacitados viajaban por líneas paralelas, no se encontraban en ningún punto del camino. El erotismo de las personas con diversidad funcional es sinónimo de tabú, de miedo y de prejuicio. Algo que Charo se empeñó en cambiar.
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Carmen sufre parálisis cerebral desde su nacimiento. Una decisión equivocada trastocó el futuro de un bebé sano. La gestación había transcurrido sin complicaciones, pero el día del parto Carmen se resistía a salir. El médico de turno insistió: no iba a practicar una cesárea. Carmen nació con tres nudos de cordón umbilical al cuello que impedían su respiración. Ella quedó por unos momentos sin oxígeno. Unos instantes que marcaron el resto de su vida. Pero lejos de que aquello pudiera hundir el ánimo y la positividad de Carmen, su parálisis la ha hecho superar las barreras y frustrar impedimentos.
Su infancia transcurrió entre la fuerte protección de sus padres y el cariño de sus tres hermanos pequeños. Durante sus primeros años de vida, Carmen sentía como sus manos y piernas sufrían espasmos y se agarrotaban continuamente. Mientras, su cabeza no paraba de pensar y de ingeniar trastadas. Eso era algo que la frustraba, ¿por qué no podía moverse con normalidad?
La preocupación de unos padres primerizos aumentaba cuando Carmen cumplió los 5 años. El resto de los niños de la misma edad ya hacía mucho tiempo que comían solos, pero a ella todavía la ayudaba alguno de sus familiares. Qué era aquello que le impedía mantenerse en pie y moverse con normalidad. Entre susurros, Carmen admitió que su infancia hogareña fue muy bonita, pero de puertas para afuera era dura y cruel. Se enfrentaba a decenas de obstáculos a diario.
Carmen habla del colegio como uno de sus mayores temores de la niñez. A los 9 años, la dirección del centro donde cursaba estudios de primaria comunicó a sus padres que debía abandonarlo. Le aconsejaron que la matricularan en uno de educación especial. Los días y meses siguientes de Carmen transcurrieron entre lágrimas. Ella no se sentía especial. Y aunque Carmen odiaba todo del nuevo centro debía asistir a las clases si quería aprender a leer, entre otras cuestiones básicas.
En su lugar preferido, a más de quince metros de altura, la terraza de la residencia Pepe Alba un lugar abierto a la inmensidad del cielo, Carmen recuerda entre un revoltijo de añoranza y alegría, las tardes enteras en las que su hermano menor y ella jugaban a las muñecas horas y horas. Jose provocaba en su hermana un estallido de carcajadas, era y, aun lo es, su amuleto de la felicidad.
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Fue a los diez años cuando le comunicaron el diagnóstico, un diagnóstico que sus padres temían: parálisis cerebral, trastorno del sistema nervioso que se caracteriza por los movimientos lentos e involuntarios de quiénes la sufren al tiempo que sus extremidades se mueven de forma descontrolada. La parálisis también dificulta el control en músculos como la lengua afectando así a la respiración y a las cuerdas vocales. Habían tardado una década en descubrir qué le ocurría a Carmen. Eran los años 70. Una época difícil para ser diferente.
Es complicado para una niña de 10 años de edad explicar que sufre una parálisis cerebral, un trastorno permanente y sin progresión que la acompañará durante toda su vida. El médico Vicente García consiguió adaptar el discurso para Carmen. Aunque no se anduvo con prejuicios, fue claro, y fue de esta forma como Carmen empezó a comprender y aceptar aquello que le sucedía. Una etapa que debe superarse para aceptarse como persona con unas ciertas limitaciones.
-Sin él me habría resultado imposible tener fuerzas para levantarme cada día. No estoy enamorada de él pero ha sido una de las personas más importantes en mi vida, mi referente moral- expresa Carmen con tierno rostro, mientras que algunos mechones rubios de su melena ocultan sus pequeños y castaños ojos.
Vicente, que falleció hace ya ocho años, llegó a ser como un miembro de la familia Luján-Luján. Pero, para entonces él le había enseñado a ser fuerte y enfrentar la vida. Tenerlo cerca era sinónimo de calma y serenidad. La propia Carmen quien mejor llevó la situación. “Nunca me he sentido diferente, soy igual que el resto solo que me desplazo en una silla de ruedas, soy capaz de todo”, alega.
Ahora, 40 años después de descubrir su afección, Carmen es todo valor y aprovecha cada segundo de su vida: “podría haber sido peor y haber perdido la cabeza, eso sí que jamás lo podría soportar”. Carmen, lejos de quejarse, admite con una gran sonrisa que las consecuencias de haber nacido con una falta de aire podrían haber sido peores. “Soy distinta físicamente, no para el sexo”, remarca.
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Desde los quince años supo que quería dedicarse al acompañamiento íntimo de personas con diversidad funcional. Ahora Dyon Baco, nombre ficticio, tiene treinta y siete años y hace poco más de tres que tuvo el primer encuentro sexual con una persona discapacitada. Solo las personas más cercanas a él conocen su verdadero nombre, pero para el resto –incluso para sus clientes a quienes les entrega todo su ser- sigue siendo Dyon.
¿Por qué Dyon? Aunque la mayoría de las personas creen que el apelativo se lo debe al dios del vino de la mitología griega. En realidad, es la divinidad del placer divino, un placer que los helenos consideraban limpio.
-Era mi sueño ser acompañante sexual-, admite complaciente.
Desde que la entrevista de una joven estudiante francesa quién ofrecía asistencia sexual a personas discapacitadas para poder costear sus estudios cayó en manos del joven griego, este se sintió atraído por la idea. Aunque, siendo hombre las posibilidades de llegar a ser algún día acompañante íntimo se desvanecían. Las mujeres con diversidad funcional no suelen abrir su sexualidad con desconocidos y el sexo para este colectivo es todavía, más si cabe, tabú. Si fuera una mujer seguro que sería su profesión, pensaba.
El asistente sexual es una persona que facilita el acceso al sexo en personas con dificultades. Puede ayudar al afectado para que obtenga su propio placer, acompañar a un pareja con dificultades motoras e incluso puede llegar a ser la persona que practica sexo con el afectado, así describe la figura del acompañante íntimo el documental Jo també vull sexe! una producción de la televisión de Cataluña, TV3, para el programa Sense Ficció.
A Dyon le emocionaba imaginar que en algún momento de su vida pudiera ejercer la profesión. Nunca perdió la esperanza. Seguía con detalle el tema en los medios de comunicación, donde era difícil que se tratara el sexo en los discapacitados, un asunto que estaba vetado. En la actualidad, la cuestión ha conseguido una mayor visualización y concienciación en algunas sociedades pero todavía son muchas las personas que no entienden cuán necesario es la presencia del sexo en todos y cada uno de los seres humanos.
Dyon, un tipo de aires misteriosos, es experto en el mundo de las terapias naturales. Terpse es su blog donde describe sus habilidades tanto en reiki como en masaje energético, entre otras. Sus ojos azules, tan profundos como el océano en un día de tormenta, saben mirar más allá del físico de un ser humano. Él conoce muy de cerca la otra cara de la moneda, vivir en un mundo adaptado: en 2007 sufrió una embolia que le paralizó totalmente la parte izquierda de su cuerpo pero de la que ahora se encuentra totalmente recuperado. “Vino sin avisar, y en un momento me rompió todos los esquemas”, admite.
Remueve el poleo, ya a mitad, mientras sus ojos se achinan en un intento por evocar todo aquello por lo que pasó cuando le sobrevino el tullimiento. Confiesa que tuvo mucho tiempo de pensar en el hospital, un tiempo que le permitió entender cómo de rápido se puede esfumar la vida de un ser humano. No existe una cuenta atrás que advierta.
-Hay imprevistos que nos cambian todo aquello que habíamos planeado. Vive el momento y haz lo que quieras, sin duda es la mejor forma de regular el futuro-, señaló.
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Dyon realiza sesiones de dos horas, que a veces se alargan hasta las seis. Su trabajo es remunerado. Alega que es un profesional, al igual que un médico o un psicólogo, y pretende que se reconozca su función. Le gusta su trabajo. No quiere que piensen que actúa por pena o por caridad. El cobro no siempre ha de ser monetario. Acepta otros métodos de remuneración cuando presta sus servicios, desde una composición hasta una cena. El joven es todo oídos. Se discute. Los romances le llenan, y alguna vez, ha llegado a cobrar hasta en poemas. Para Dyon contar con el criterio de la otra persona es esencial.
Cuando un cliente propone el método de pago, de alguna forma, se obliga a pensar, aporta. Según Dyon esto forma parte de un proceso donde la persona, con diversidad funcional, toma una decisión y empieza a sentirse útil, ya no es una carga para el mundo si no que contribuye para hacer de él un lugar mejor. A diario, estas personas están acostumbradas a que tomen todas las decisiones por ellas, son dependientes, pero al lado de Dyon aprenden a ser autónomas.
No obstante, el terapeuta también tiene sus principios, si una oferta no le parece digna la rechaza. Si hay una cosa que verdaderamente le molesta es que puedan echar su faena por tierra. Dyon admite que su asistencia tiene un coste porque aprecia su trabajo y dedicación. Es una forma, dice, de establecer unos límites: “no hago ningún favor a nadie ni tampoco regalo clemencia”.
Cuando descubrió que en España se iba formar un grupo de acompañantes, Dyon Baco no lo pensó dos veces y voló a Barcelona. A su familia no le dio muchas explicaciones. La gente sabe el nombre de tu profesión, pero no entra en detalles, admite con una leve sonrisa traviesa. Sus amigos y parientes más cercanos lo entienden perfectamente, aunque admite que cada uno tiene una concepción distinta, se monta un mundo, de lo que realiza en las sesiones.
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La asistencia sexual no recibe ayuda en España, donde existen casi cuatro millones de personas con algún tipo de discapacidad, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Muchos de los cuerpos con diversidad funcional o intelectual quedan al margen de lo que se considera un cuerpo deseado. Además, en algunos casos las propias afecciones reducen la movilidad, un factor que impide la autosatisfacción sexual. Por eso, la figura del asistente sexual es la única vía de acceso que les queda a buena parte si desean destapar su sexualidad. En otros países, la figura está reconocida como un trabajo y recibe subvenciones públicas.
Dyon ha participado en diversos proyectos que promueven la normalización y el derecho a una sexualidad digna en las personas con diversidad funcional. Él sabe que estos seres humanos precisan de algo más que terapias. Necesitan un buen momento, un momento de placer, subraya. El sexo es una necesidad humana, pero un tabú para millones de personas. La sexóloga y terapeuta de la Asociación Valenciana de Sexualidad y Pareja (AVSP), Eva Perea, reconoce que los familiares de muchas de estas personas ven como un problema añadido la iniciación en la sexualidad e intentan reprimirla, ignorando los deseos o quitando las ideas de la cabeza.
También influye el miedo de los familiares a lo desconocido, a un posible abuso sexual. Perea cuenta que en varias ocasiones son las propias familias quienes aprueban o rechazan las relaciones que puedan guardar sus hijos, nietos, sobrinos… Una protección que sobrepasa los límites de la libertad individual y puede crear un malestar y una ansiedad en los afectados.
Para la parentela de las personas con diversidad funcional ya es suficiente carga el haber nacido con una discapacidad. Estos observan la apertura de la sexualidad como otro problema añadido. El temor a que se enamoren de otra persona con algún otro grado de invalidez. ¿Dónde irán cuando sean adultos? Y en el caso de que un miembro de la pareja no tenga una diversidad funcional, ¿cómo va a fijarse una persona sana en alguien con discapacidad? Son preguntas frecuentes. La experta añade que aún queda mucho trabajo y aspectos que mejorar en esta área. El resto de la sociedad siempre se dirige al colectivo como si fueran bebés o niños cuando ya tienen más de treinta años. Una sobreprotección que perjudica la propia autoestima y el desarrollo de la persona.
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Educar a la sociedad desde las primeras etapas, incluso desde la guardería, es muy importante para que grupos de personas como el de diversidad funcional no se sienta desplazado. La comunidad ha de ser inclusiva. De lo contrario, pueden sucederse casos como el de Carmen quien tuvo que esperar a alcanzar los 50 para gozar de la sexualidad.
Ni siquiera los colegios de educación especial ofrecen programas donde se desarrollan actividades que permitan a los escolares conocer sus partes genitales o mostrar las diferentes formas de sexualidad (un beso, un abrazo, una caricia, el acto sexual, etc.). Perea explica que el sexo es una cuestión natural de cada ser humano y que las represiones son negativas para cualquier persona. Por eso, es importante que familiares y profesionales trabajen juntos para educar juntos en esta área.
Enseñar qué actitudes son públicas y cuáles corresponden al ámbito privado es el primer paso para que una persona que no percibe la intimidad como el resto, ya que es cambiada o lavada por otro, cambie su actitud. Otros temas que también deberían incluirse en la formación de este grupo es cómo evitar abusos, el cuidado y la higiene personal o la autoestima, entre otros. Una buena educación sexual equivale a una persona adulta estable emocionalmente, asegura Perea.
Paula Tébar, titulada en Atención Socio-sanitaria, desarrolló sus prácticas en uno de tantos colegios de atención especial donde la formación sexual y emocional se aparta de la guía de los contenidos. Tébar explicaba desalentada como los propios padres piden ayuda al colegio para reprimir los signos de sexualidad que aparecían en sus hijos en las diferentes etapas de su desarrollo: “¿qué puedo hacer para que no pase?” es la pregunta más frecuente.
Los resultados de reprimir y contener las necesidades sexuales son nervios, enfados y pataletas. Tébar ha presenciado cómo, en más de una ocasión, los alumnos protagonizaban episodios de violencia cuando eran reñidos o castigados cada vez que mostraban algún tipo de comportamiento sexual. La estudiante denuncia que el sexo en personas con diversidad funcional forma parte del temario al que se le dedica un día en todo el curso en el caso de que haya tiempo.
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Desde una edad temprana, Dyon barajaba la posibilidad de convertirse en asistente sexual. Trabajar con personas discapacitadas en el mundo del erotismo y el sexo le parecía admirable y valioso. Para él su trabajo es mucho más que una mera faena cumplir, es compartir con otras personas placer y momentos íntimos donde se puede disfrutar con un cuerpo diferente y se puede interactuar con la erótica de esa persona, reconoce.
En 2011, conoció a Silvina Peirano, una profesora de educación especial y orientadora sexual en discapacidad convencida de que solamente existe una sexualidad, la sexualidad humana a la que todos los seres han de tener acceso y derecho de disfrutarla. Estas palabras reforzaron, aun más, las ganas de Dyon por ser acompañante íntimo. Fue entonces cuando se inició en el grupo de Sex Assistant Catalunya, un grupo pionero de debate y reflexión sobre la asistencia sexual en España pero que decidió abandonar cuando las reuniones se convirtieron en una exposición monótona de temas reciclados sin pasar a la acción. Dyon se marchó a su tierra, Grecia, la de los dioses.
A la vuelta se encontró con el grupo, del que había sido partícipe, disuelto. Pero otra iniciativa similar se encontraba en marcha. Esta vez, bajo el nombre de Tandem Team Barcelona, el germen de Sexualidad Funcional, el proyecto valenciano que coordina actualmente junto a Charo Ricart y que se sostiene en el asesoramiento, orientación y apoyo sexológico, talleres así como en la mediación para el acompañamiento íntimo y erótico. Tandem Team dio un paso siendo un grupo pionero en el estado español que facilita el acercamiento al sexo a personas con dificultades.
La primera vez que ejerció como acompañante sexual fue diferente al resto que han venido después. Dyon estaba atento, pero no podía estar relajado y todo lo entregado que le hubiera gustado. Aun así, confiesa, todo fue genial. El impacto visual de observar, contemplar, rozar, tocar una figura fuera de los cánones de belleza es impactante. Al frente se encuentra otra persona totalmente excitada. El joven entiende la sexualidad como una forma superior de comunicarse y de acercarse a otras personas.
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-¿Crees que en Valencia hay alguna chica que le interese el acompañamiento? No tengo ningún problema en desplazarme -preguntó Dyon a Charo.
Así fue como empezó todo. Charo informó a Carmen. La primera reacción de esta fue preguntar si era guapo y, claro, simpático. Charo abría bien sus redondos ojos del color del café mientras recordaba lo poco que a Carmen le asustó la idea. Fue mediante el blog personal de Dyon donde Carmen conoció en profundidad la figura del acompañante sexual, la profesión del asistente griego y testimonios de personas que habían recibido los servicios.
“Conocer a alguien es, para mí, una situación complicada. No sé muy bien cómo va reaccionar ante mi diversidad y mucho menos se cómo explicar qué remedio busco. Ante todas estas sensaciones y desconfianzas es de agradecer que la persona que tienes ante ti te lo ponga fácil. Dyon es amable, tranquilo, y sobre todo, sabe escuchar cuando toca y hablar con seguridad de lo que conoce pero sin imponer. No todo es hablar. Buscar y aplicar la mejor terapia para ti son sus objetivos. De esta forma, el dialogar, el actuar e incluso los silencios se entrelazan en una conversación casi táctil. No te trata como si fueras de mantequilla ni como un trozo de madera. Sabe que cada cuerpo es diferente y único, y así te trata. Sin ser condescendiente ni paternalista entiende y atiende tus necesidades. En definitiva, se crea un ambiente de seguridad y confianza.”
Por A.M.
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“Adelante Charo, quiero hacerlo”, escribió Carmen, vía WhatsApp, tras echarle una pequeña ojeada a aquella libreta de experiencias abierta a todo el mundo. Ella recuerda, con gesto pícaro, el pulso firme que mantuvo al teclear cada carácter del mensaje de texto. Sin embargo, horas más tarde empezaron los diálogos internos sembrados de infinitos miedos y dudas.
Carmen expresó a algunos de sus allegados, lo emocionada que se sentía con el tema del asistente sexual, pero ellos quienes ignoraban la profesión y el objetivo del acompañante íntimo, de repente la llenaron de prejuicios. Y a Carmen la invadió el temor a que le robaran, a que la drogaran, a que la violaran o incluso a que la grabaran para luego colgar el material en cualquier página web…
Después de todo, tumbarse en la cama, y más con un desconocido, es sinónimo de desprotección para ella, sostiene Carmen. Aunque, por suerte, Charo y Ade, la directora y psicóloga de la Residencia Pepe Alba, siempre estuvieron al lado de Carmen para animarla y dejar atrás todas las desconfianzas que se pudieran presentar. La curiosidad de Carmen por acercarse a su sexualidad acabó de vencer las reticencias. Quería sentirse, dice, como cualquier otra mujer.
Desde su primer encuentro, al que le han seguido unos cuantos, ha pasado algo más de un año. Aunque no importa cuánto tiempo transcurra pues jamás olvidará ese momento tan importante que le permitió descubrirse a sí misma. Como si fuera ayer, Carmen explicaba, impaciente desde su silla eléctrica, cómo transcurrieron aquellas ‘eternas’ horas antes de su primera cita con Dyon. Un encuentro programado, en un hotel de la ciudad de Valencia, y que en apenas unas horas cambió, totalmente, la forma en la que Carmen veía la vida.
La mañana de la reunión Carmen brillaba, por dentro y por fuera: vestida y maquillada para aquella especial ocasión. Muchos de sus compañeros de residencia y trabajadores salieron a la puerta para despedirla, para despedir a una Carmen que jamás volvería.
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Tras varias horas, una Carmen que nada tenía que ver con la anterior, cruzó el umbral del portón acristalado de la casa Pepe Alba. Entre suspiros, Carmen dice que el encuentro con Dyon fue el mejor regalo de cumpleaños de su vida aunque prefiere no entrar en detalles. La sociedad se había empeñado en negarle una de las partes más íntimas de su ser: la sexualidad. Ahora, ella asegura que pasea por la calle riéndose de la vida, con un sentimiento de positividad y firmeza. Reivindica que le gusta el sexo y tiene las mismas necesidades que cualquier otro ser humano.
“Increíble” es el término que Charo utiliza para describir la metamorfosis de Carmen. La sexóloga confiesa que hace año y medio, cuando la conoció, ella había oído hablar de la palabra sexo pero no sabía que significaba. Incluso Carmen le pidió a la médica si podría ayudarla a llevar a cabo la masturbación. Pero, Charo sabía que bajo aquella inexperiencia se encontraba una persona con ganas de desarrollar su erótica.